lunes, 6 de abril de 2015

Habilidades sociales


De acuerdo con Monjas (1999), las habilidades sociales son las "conductas o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar competentemente una tarea de índole interpersonal. Implica un conjunto de comportamientos adquiridos y aprendidos y no un rasgo de personalidad. Son un conjunto de comportamientos interpersonales complejos que se ponen en juego en la interacción con otras personas".

De esta definición podemos sacar dos cosas:
  • Se ponen en juego en la interacción con otras personas, y… ¿Qué hacemos nosotros que no tenga ninguna relación con nadie más? Casi nada. Somos seres sociales, y por tanto, tenemos la necesidad de relacionarnos con los demás, para sobrevivir y para ser felices. Por eso, necesitamos desarrollar las habilidades sociales, para tener unas relaciones sociales más sanas.
  • Implica un conjunto de comportamientos adquiridos y aprendidos y no un rasgo de personalidad. Se entiende que hay personas que son más habilidosas que otras nada más nacer, pero nosotros, los padres, educadores… debemos enseñar a nuestros hijos, alumnos… esos comportamientos que les ayudarán a tener mejores relaciones, y mejor hacerlo desde pequeños, así será algo más natural y no tendrán tantas dificultades de mayores. Porque, como la propia definición dice, son comportamientos adquiridos y aprendidos.

¿Qué características pueden presentar las personas con alta y baja habilidad social?



¿Qué podemos entender como habilidades sociales?
  • Empatía
  • Asertividad
  • Habilidades de comunicación: habilidades de escucha, cómo iniciar, mantener y finalizar una conversación…
  • Hacer cumplidos
  • Hacer y recibir quejas (críticas constructivas)
  • Resolución de problemas
  • Reconocimiento, expresión y autocontrol de las emociones
Para finalizar hoy, me gustaría dejaros una pregunta y una historia. Espero que os guste. ¿Existe relación entre las habilidades sociales y la autoestima?


EL ÁGUILA EN EL CORRAL

Érase una vez un granjero que mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho malherido. Se lo llevó a su casa, lo curó y lo puso en su corral donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como estos.
Un día, un naturalista que pasaba por allí le preguntó al granjero.
-  ¿Por qué éste águila, la reina de todas las aves y pájaros permanece encerrada en el corral con los pollos?
El granjero contestó:
- Me la encontré malherida en el bosque y, como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha aprendido a volar. Se comporta como los pollos, y por tanto, ya no es un águila.
El naturalista dijo:
- El tuyo me parece un bello gesto, haberla recogido y curado. Además le has dado la oportunidad de sobrevivir. Le has proporcionado la compañía y el calor de los pollos de tu corral. Sin embargo, tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si la ponemos en situación de hacerlo?
 No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho. Yo no se lo he impedido.
- Es verdad. Tú no se lo has impedido. Pero, como tú muy bien decías antes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñáramos a volar como las águilas?
- ¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos y ya no es un águila. ¿Qué le vamos a hacer? Hay cosas que no se pueden cambiar.
- Es verdad que en estos últimos meses se está comportando como los pollos. Pero tengo la impresión de que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y en sus posibilidades de volar?
- Tengo mis dudas porque ¿Qué es lo que cambia si en lugar de pensar en las dificultades pensamos en las posibilidades?
- Me parece una buena pregunta la que me haces. Si pensamos en las dificultades, es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual. Pero ¿no crees que si pensamos en las posibilidades de volar, esto nos invita a darle oportunidades y a probar si esas posibilidades se hacen efectivas?
- Es posible.
- ¿Qué te parece si probamos?
- Probemos.
Animado, el naturalista al día siguiente sacó al aguilucho del corral, lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta una loma cercana. Le dijo:
- Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.
Estas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho. Estaba confuso al ver desde la loma a los pollos comiendo. Se fue dando saltos a reunirse con ellos, creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
 Eres un águila. Abre las alas y vuela. Puedes hacerlo.
El aguilucho tuvo miedo de sí mismo y de todo lo que le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturalista y saltó de una vez más hacia el corral.
Muy temprano al día siguiente el naturalista llevó al aguilucho a una elevada montaña. Una vez allí le animó diciendo:
- Eres un águila. Abre las alas y vuela.
El aguilucho miró fijamente los ojos del naturalista. Éste, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:
- No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas. Pero ya verás cómo vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además, estos días pasados, cuando saltabas, pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas.
El aguilucho miró a su alrededor, abajo hacia el corral, y arriba hacia el cielo. Entonces el naturalista la levantó hacia el sol y la acarició suavemente. El aguilucho abrió lentamente las alas y finalmente con su grito triunfante voló alejándose en el cielo. Había recuperado por fin sus posibilidades.
Fuente: Costa, M. y López, E.;
Manual del educador social

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